Yo digo que las estrellas le dan gracias a la noche, porque encima de otro coche no pueden lucir tan bellas; y digo que es culpa de ella —de la noche— el universo, cual son culpables los versos de que haya noches y estrellas. Yo digo que no hay quien crezca más allá se lo que vale —y el tonto que no lo sabe es el que en zancos se arresta—; y digo que el que se presta para peón del veneno es doble tonto y no quiero ser bailarín de su fiesta. Yo digo que no hay talante más claro que ir desnudo, pues cuando se tiene escudo luego se quieren los guantes. Y al que diga que me aguante debajo de una sotana, le encajo una caravana de sentimientos gigantes. Yo digo que no hay más canto que el que sale de la selva y que será el que lo entienda fruto del árbol más alto. Y digo que cuesta tanto y que hay que cruzar la tundra, pero al final la penumbra se hace arco iris del canto.