Sigue ocupando la mitad de su cama, aunque él se fue hace tiempo y no dejó nada. Sigue esperando que entre por la ventana, y que le diga ya pasó y no fue nada, empecemos mañana. Entra en los bares, los convierte en farmacias. Se pide copas de alegría inventada, roba los besos con su tierna mirada y se los lleva en la cartera a su casa, pero no se contagia. Cuando la noche no existe y todavía no empieza mañana: ella se acuesta en su cama, sin su mitad más deseada. Si la encuentras en la ciudad solitaria seguro te invita a mirar su mirada. Nunca le digas que la ves derrotada, decile que va a encontrar. Vas a encontrar a tu mitad más deseada.